viernes, 16 de diciembre de 2011

La evaluación psicopedagógica

...Habrá que hacerle una evaluación psicopedagógica, previa evaluación psicopedagógica, con la correspondiente evaluación psicopedagógica de los servicios de orientación, etc, etc. ¿Os suenan esas expresiones?

El caso es que cuando surgió la famosa expresión (allá por los años 90) se pensaba en la bienintencionada idea de ajustar la propuesta curricular a los déficits que presentara el alumno intentando determinar sus necesidades educativas. El planteamiento era correcto en su fundamentación y bases teóricas y técnicamente quedaron establecidos los pasos que había que dar para realizar una "buena evaluación psicopedagógica".

Atrás quedaban (se decía entonces) los métodos exclusivamente psicométricos en aras de una valoración mucho más completa que incluía otras muchas variables a tener en cuenta con la finalidad de dar respuesta a las necesidades educativas de los alumnos.

Ya entonces a mí el proceso me empezó a parecer un tanto complejo y si se quiere engorroso puesto que para realizar una evaluación psicopedagógica "ideal" había que recabar muchas informacíones de los distintos agentes que influían en el niño/a, estudiar al propio alumno y elaborar el correspondiente informe psicopedagógico, lo cual conllevaba invertir, por tanto, un tiempo considerable en su realización.

Posteriormente el procedimiento se fue volviendo más complejo. El informe psicopedagógico derivado de la evaluación había que resumirlo en un dictamen de escolarización y, además tenía que pasar el trámite de la comisión técnica de la dirección provincial que finalmente decidía si procedía o no emitir la correspondiente resolución de escolarización. Con todo, el terreno estaba bastante acotado y, a pesar de ser muchos los casos que se presentaban para la evaluación psicopedagógica pues el trabajo se iba sacando.

Pero amigo mío, resultó que la administración educativa le cogió gusto al asunto y según iban surgiendo nuevos programas se iba incluyendo en su regulación la temida coletilla que comentábamos al principio.

Así, enseguida se vio la necesidad de realizar la EP (Evaluación psicopedagógica, en adelante) para los alumnos que accedieran al programa de diversificación. Bueno, como no solían ser muchos, la cosa todavía se podía sobrellevar. Más adelante hubo que incluir también en el censo de los evaluados psicopedagógicamente a los alumnos que optaban al PAB (Programa de Aprendizaje Básico) y, con posterioridad a los alumnos de 15 años que quisieran acceder a un PCPI. También se determinó la realización de un informe (pseudoevaluatorio) de los alumnos que accedían a PCPI con 16 años ¡Ah! y se me olvidaba incluir a los del aula-taller que también deben ser pasados por la maquinaria evaluadora.

A todo esto, el procedimiento que en sus inicios se estableció como la referencia para dar adecuada respuesta a las necesidades educativas de los alumnos fue perdiendo poco a poco su sentido porque, entre otras cosas, en ningún sitio quedó establecido cómo se iba a supervisar la aplicación de las medidas que se proponían en los informes e incluso, en los casos más graves -que los hay- porque los informes se quedan sencillamente en el cajón sin que nadie los lea.

El resultado de estas prácticas está a la vista: una enorme carga de trabajo burocrático y sin sentido se ha echado a los hombros de los orientadores detrayendo un tiempo precioso que debería dedicarse a nuestro principal cometido: la atención a los alumnos.

El día 19 está previsto que tome posesión el nuevo presidente de gobierno. Veremos qué novedades nos depara la nueva administración educativa. Me temo que como sigamos manteniendo este mutismo los orientadores durante algún tiempo más, a la nueva administración se le ocurra la genialidad de que también evaluemos psicopedagógicamente a los padres y ¿por qué no? a los profesores que reglamentariamente se determinen.

Un afectuoso saludo, compañeros y compañeras. Espero vuestros comentarios.

José Luis Pueyo