Van llegando estos días calurosos. Estos
días en los que el instituto se convierte en un horno, donde apenas corre el
aire y los alumnos alborotan por los pasillos deseando que termine el curso.
Los profesores van terminando de corregir
sus montones de exámenes, y preparándose para las evaluaciones finales.
Son días en los que los orientadores
tenemos decenas de informes por
escribir, varias evaluaciones a las que asistir, reuniones con padres,
profesores, alumnos… Son días en los que sales del instituto con una ligera
sensación de agobio, estrés… Días en los que tu tiempo se convierte en oro, y
la forma de optimizarlo es lo primordial.
Algunos de estos días me siento cansada,
agobiada, estresada.
Sin embargo, también son días de grandes satisfacciones.
Esa alumna de tercero de ESO que, gracias a tus consejos sobre técnicas de
estudio, ha conseguido superar el curso. Ese alumno que ha mejorado su
comportamiento influido por tus charlas. Esos otros que acuden a tu
departamento con la esperanza de que les digas que les vas a hacer un informe
positivo para ir al PCPI… Esos alumnos que han empezado a encontrarle un
sentido a continuar en el instituto…
Son pequeñas cosas que a mí me hacen muy
feliz. Y ayudan a olvidarme de los agobios y las prisas. Al final nuestro
trabajo merece la pena, y considero que la satisfacción general de los alumnos
a los que atendemos, es nuestra mayor recompensa.
Ayer mismo llamaron a la puerta de mi
departamento. Se trataba de los alumnos de segundo de Bachillerato, que ya
están encaminándose hacia la temida selectividad. Traían una rosa para la
orientadora, con una nota que decía: “Gracias por tu paciencia y por ayudarnos
tanto. En definitiva, por hacernos la vida un poco más fácil”.
Su gesto de agradecimiento es mi mayor
satisfacción. Probablemente mis consejos y mi ayuda sea tan solo una mínima
parte de su formación como personas, pero con eso me basta. La alegría de
sentir que somos importantes para estos chic@s en algún momento de su vida, es
uno de los principales motivos por los que este trabajo me gusta tanto.
Es más que un trabajo. Es una vocación.
Natalia Alcalde
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ResponderEliminarLa verdad es que has descrito muy bien el final de curso de los orientadores, con ganas de acabar el tedioso proceso de tanto informe, pero también viviendo a través de los ojos de los alumnos, la ilusión de acabar y comenzar una nueva etapa, en la que los esfuerzos han tenido su recompensa...
ResponderEliminarMe alegra leer que la experiencia que vivio en los institutos es compartida por más orientadores. Estoy segura de que por los institutos que pasas se quedan con la sensación de que la labor de un orientador es importante. Un besazo. Samanta (orientadora).
ResponderEliminarMe encanta tu entrada, Natalia. Destila optimismo, ilusión y ganas de seguir trabajando. En estos tiempos tan turbulentos, los orientadores y orientadoras podemos -debemos- trasladar a nuestros alumnos y a la comunidad educativa en general, que con pasión, perseverancia y creatividad se pueden remontar las crisis y conseguir los objetivos que nos propongamos. Un saludo muy cordial. JL Pueyo
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